“…porque yo no soy sino una rendija por la que atisbo y veo”
Partiendo de una necesidad íntima y personal, el proceso de creación se ha desarrollado por acumulación de estados a partir de un núcleo de sentido que hemos ido explorando y que al mismo tiempo ha englobado otros nuevos, en una pulsión que moviliza y busca una respuesta a una cuestión esencial del Ser en “estado de expulsión”, en exilio. Lo que asalta al pensamiento y se manifiesta como un retorno, como un viaje ontológico que se traslada –para su aprehensión- hacia lo óntico, del ser al ente, en la búsqueda de un principio alcanzable sólo como abstracción, praxis escénica y/o como experiencia ficcional.
Oscilando entre la performance y el ritual, días como agua se ha concebido como una trama en la que los lenguajes persiguen mezclarse para crear líneas de fuga, conexiones necesarias, para borrar la precisión de los límites entre unos y otros territorios, definiendo formalmente variadas líneas de pensamiento. Este proceder ha devenido estilo propio de la actitud postmoderna: neobarroco.
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